Playa Hermosa, en una ensenada pequeña en la provincia de Chiriquí cerca de Horconcitos, es una playa chiquita y linda, buena para bañarse y descansar, jugar voleibol en sus arenas y practicar navegación recreativa.
Playa Hermosa queda en el distrito de San Lorenzo de Chiriquí, al sur del pueblo de Horconcitos. Es visitada más que nada por personas que vienen de David, a casi una hora en un bus. Cerca de esta zona están otras playas como Boca Chica, Bejuco, y Playa Blanca.
Esta es una playa extrañamente chiquita, y linda, con piedras de colores, olas pequeñísimas y que huyen de lado. El lugar está lleno de peñascos, tiene un tramo con una arena como para masajear los pies, llena de roca quebrada.
Otro tramo de la playa es de arena matizada por los negros del hierro que tienen y la erosión que le ha producido la fuerte desforestación causada por la ganadería extensiva y el desarrollo del “mercado de la tierra” en los alrededores, dicen los pocos lugareños que como la playa está cerca casi siempre va gente, nacionales y extranjeros. Llegan varios en paseos de las ciudades cercanas, y se instalan con su tienda y un fogón para cocinar y a disfrutar todo el día.
Se puede uno meter quince metros adentro y aun tiene el agua en los tobillos cuando la marea esta baja. Es decir, es un poco más segura para ir con niños y toda la familia.
En playa Hermosa no hay casi construcciones cercanas. A la entrada de playa está la casa del señor José Tejeira y su familia. Don José se dedica vender el pescado que diariamente atrapa en esta costa, alquila el baño y, cuando la situación lo amerita, hace comida para vender a los turistas. Puedes hablar con él para hacer encargos de comidas típicas costeñas, rebosante de mariscos.
Don José cuenta que a pesar que ha visto a muchos campesinos del área vender sus tierras y marcharse de la costa, a él nadie lo convence de vender porque prefiere explotar él mismo el turismo y, dice, “la plata se acaba y la tierra no”.
Don José cuenta que a pesar que ha visto a muchos campesinos del área vender sus tierras y marcharse de la costa, a él nadie lo convence de vender porque prefiere explotar él mismo el turismo y, dice, “la plata se acaba y la tierra no”.
Hay que pagar por entrar
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